El Museo de Arte hace gala de un repertorio significativo de los movimientos artísticos europeos del siglo XIX, influidos primero por las academias y después por las corrientes más rupturistas. Como en el resto de Europa, en las postrimerías del barroco en Cataluña se impuso la institución académica. Cumplió esta función la Escuela de Dibujo de Barcelona, la Lonja. Como respuesta a un arte ciertamente elitista, poco después surgía el Romanticismo, una nueva corriente que intentará acercar el arte al sentimiento del gran público.
Sin embargo, en Cataluña, el paso al Romanticismo no supuso ninguna ruptura o novedad importante, sino tan solo una simple adaptación a nuevos modelos iconográficos. Algunos de los artistas catalanes que estudiaban becados por la Academia en Roma conocieron la actividad de un grupo de artistas románticos de inspiración religiosa, los llamados nazarenos. Se percibe su influencia en las obras Jacob recibe la túnica ensangrentada de su hijo José, de Pelegrí Clavé; La era cristiana, de Joaquim Espalter, y Comulgar en la montaña, del olotense Marià Vayreda Vila.
En Cataluña, la ruptura con la tradición académica y el Romanticismo incipiente se produjo dentro de la segunda mitad del siglo, con la llegada del realismo pictórico, surgido en Francia e introducido aquí por Ramon Martí Alsina, autor del óleo de mayor tamaño jamás pintado en Cataluña, El gran día de Gerona, que puede ser admirado en el Antiguo Hospital de Santa Catalina, también gestionado por el md’A. Hay que entender el nacimiento de la Escuela Paisajística de Olot como la consecuencia directa del realismo y de la corriente francesa del plein air. De esta escuela destacan las obras Somatén en Cataluña, de Josep Berga y Boix, y La siega, de Joaquim Vayreda.
El realismo también ofreció importantes vistas de sitios de la geografía catalana y de la misma ciudad de Gerona, como la Playa de la Rabassada y Murallas de Gerona, de Modest Urgell; la Puerta de Figuerola y el Portal de Gerona, de Jaume Pons Martí, o La barca. Gerona, de Antonio Graner, que representa uno de los meandros del Ter cuando todavía era parcialmente navegable. En escultura, Miquel Blay dejó una alegoría histórica de gran calado, con el modelo en yeso Contra el invasor, en recuerdo de la resistencia heroica de los gerundenses frente a las tropas napoleónicas en el año 1809.