Comisariado de la exposición: Miquel Àngel Codes
Fechas: del 19 de diciembre de 2019 al 24 de mayo de 2020
Inauguración: jueves 19 de diciembre, a las 18 h
Ubicación: Ámbito 3 del Museo de Arte de Girona
Modest Urgell (1839-1919) fue uno de los pintores con más éxito a finales del siglo xix y principios del xx. Expuso asiduamente, desde los años 1870, en exposiciones nacionales (Barcelona, Olot, Girona o las Nacionales de Bellas Artes de Madrid) e internacionales (en París, Múnich, Bruselas, Berlín, Chicago o Filadelfia). Ganó fama y reconocimiento y supo impulsar y mantener una sólida carrera, haciendo de su arte un medio de vida.
Admirado y criticado intensamente, su obra se mantuvo en una temática constante: marinas, calles de pueblo, ermitas y cementerios, paisajes desolados, ruinas, brujas, murciélagos, atardeceres, quietud y soledad. Con todo, su pintura fue evolucionando desde escenas costumbristas hacia evocadores paisajes imbuidos de luz crepuscular, de los que acabó realizando versiones y variaciones. Esta reiteración le valió el calificativo de pintar «más de lo mismo» o «lo de siempre», que Urgell justificó como una búsqueda constante por pintar el paisaje definitivo: «por no haber realizado todavía lo de siempre tal como yo quisiera, tal como lo sueño».
Coincidiendo con el centenario de su muerte, la Generalitat de Cataluña celebra el Año Modest Urgell, con la voluntad de recuperar y difundir la figura del artista. Esta exposición quiere contribuir a ello poniendo de relieve todas las caras de Urgell, más allá de sus horizontes crepusculares: la del eterno nómada que se plantó en París décadas antes de que lo hicieran los modernistas, la del artista irreverente, la del pintor de éxito comercial, la del dramaturgo frustrado y, sobre todo, la del maestro inspirador de jóvenes artistas y pintor admirado, entre otros, por Joan Miró, Salvador Dalí o Joan Hernández Pijuan.
Urgells
Modest Urgell nació en Barcelona el 13 de junio de 1839, cuando aún faltaban quince años para que se empezaran a derribar las murallas de la ciudad. De clase acomodada, pronto mostró una fuerte inclinación hacia las artes, especialmente el teatro y la pintura, a la que, finalmente, se dedicó.
Estudió en la Escuela de Llotja de Barcelona y, bajo el magisterio del pintor Ramon Martí Alsina, se inició en una pintura de carácter realista. Se casó con la también pintora Eleonor Carreras Torrescasana (1843-1907), con quien compartió profesión y exposiciones durante los primeros años de matrimonio y de la que se conoce muy poco y no se conserva ninguna obra. Tuvieron un hijo, Ricardo Urgell (1873-1924), que también se acabaría dedicando a la pintura con notable éxito, si bien con una temática muy diferente a la del padre, y una hija, Modesta, de la que se sabe que expuso así mismo —junto con el padre y el hermano— en 1896 en Barcelona.
«Saliendo una tarde del jardín del general, me paró una gitana, negra como la noche, y con buenos modos,“Oye rezalao”, me dijo,“que te voy á decir la Buena-Ventura. Tú subirás, hermoso, y tú llegarás” y… “vivirás de una hora, y esa hora será el atardecer”. […] Aquella noche soñé con la gitanita y la buenaventura… Y no solamente esa noche sino la otra… y la otra […]. Han pasado LX años, más de medio siglo. Aún recuerdo a aquella gitanita […]. Todas las noches, soñando o no, oigo la voz de la gitanita “Ya lo ves, hermoso, se cumplió mi profesía”.»
Modest Urgell. La gitaneta o memòries d’un Katúfol, c 1918
El actual distrito de Ciutat Vella de Barcelona fue el lugar donde Modest Urgell creció y donde tuvo los primeros contactos con el arte y con el teatro, su otra gran pasión. Años después, en 1908, Urgell participó en el concurso de dibujos organizado por el Ayuntamiento de Barcelona sobre la apertura de la Via Laietana, y resultó ganador en la categoría de «dibujos coloreados».
En 1894, Urgell entró en Llotja como profesor de Paisaje, y en 1895 obtuvo la plaza. Años antes, tras vivir en varias localidades, había vuelto definitivamente a Barcelona, donde instaló su taller en el número 22 de la calle de Padilla —actualmente Aulèstia i Pijoan—, en el término de Gràcia y muy cerca de la plaza de Lesseps. Lo compartió con su hijo Ricardo, que también fue pintor, pero con un estilo y una temática totalmente diferentes (se centró principalmente en el mundo del espectáculo). Desde este taller, en el verano de 1909, Modest Urgell vio y vivió los hechos de la Semana Trágica, que le causaron una fuerte impresión. Tiempo después dedicaría un corto relato, acompañado de dibujos, a los sucesos de aquellos días convulsos:
«Última de julio de 1909. […] La plaza Lesseps y calle Mayor presentaban un aspecto siniestro. Cerradas tiendas y portales, rotos faroles, barricadas en las bocacalles […]. Poco antes de la media noche del 29, oíanse desde los “Josepets” de Gracia, vagos y lejanos rumores, luego gritos, amenazas, blasfemias, voces de fuego, descargas, lamentos y maldiciones, luego… nada.»
Modest Urgell. El murciélago. Memorias de una patum, 1913
De Barcelona a Girona
Los inicios de Modest Urgell no fueron fáciles. Su obra no contaba con el favor de la academia y le costaba abrirse camino en la capital catalana. Recién casado con Eleonor Carreras, el matrimonio se trasladó a vivir a Girona, la ciudad donde, años después, declararía haber pasado los años más tranquilos de su vida, a pesar de las penurias económicas. No están claros ni el año de llegada ni el de partida, pero fue una estancia larga, situada entre las décadas de 1860 y 1870.
En Girona, bajo el seudónimo de Katúfol, Urgell se dedicó a dibujar aleluyas por encargo, a dar clases de dibujo y a recorrer y pintar los pueblos de los alrededores. En 1864 le llegó el primer reconocimiento, con una mención de honor especial en la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid por la obra Costas de Cataluña. A continuación vinieron los viajes a París, que acabarían siendo determinantes en su carrera.
«Los años más tranquilos de mi vida son, quizá, los que pasé en Girona, en aquel tercer piso de la calle de la Forsa; con la cabeza llena de ilusiones y sin un real en el bolsillo. Aún me parece ver aquel cuarto, donde me encerraba de sol a sol para pintar, escribir, fumar, descansar a ratos y soñar a toda hora, sobre todo hacia el atardecer, cuando el sol, poniéndose detrás de los árboles secos de la Devesa, dejaba a media luz las montañas lejanas.»
Modest Urgell. «El panell», Joventut (2 de enero de 1902)
Con esta obra, Modest Urgell ganó una mención honorífica en la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid de 1864, la primera de las setenta exposiciones donde sabemos que participó. El galardón significó el inicio de un cambio de rumbo en el reconocimiento del artista. La obra, hoy propiedad del Museo del Prado, fue adquirida en febrero de 1865 por el Estado y depositada en el Museo de Girona en 1876.
El nomadismo
Modest Urgell cambió muchas veces de residencia. Vivió temporalmente en Barcelona, en Girona, en París, en Toulouse, en Tarragona o en Arenys de Mar, y recorrió buena parte de la geografía catalana buscando paisajes que le inspiraran. Su nomadismo y su romanticismo aislado y contradictorio, sumados a su talante vital, rompían la imagen de un artista convencional.
Aunque todavía hay muchas lagunas en la biografía de Urgell, se sabe con seguridad que hizo varios viajes a Francia. Consta que en 1862 se encontraba entre los alumnos extranjeros aceptados en la École Impériale Spéciale de Dessin et de Mathématiques de París; que en 1867 presentaba un paisaje invernal en la Exposición Universal francesa; que al año siguiente Francisco Miralles lo retrataba en su taller parisino; que en 1872 exponía en el Salon celebrado en el Palais des Champs-Élysées, y que en 1878 —cuando se inauguró en Cataluña la conexión ferroviaria con Francia— volvía a la capital gala como uno de los artistas seleccionados para participar en el pabellón español de la Exposición Universal. Una vez allí —según él—, trataría con personajes de la talla del pintor Camille Corot, la actriz Sarah Bernhardt o el escritor Alejandro Dumas (hijo). También allí pudo ver los paisajes de Charles-François Daubigny, probablemente el artista más afín a su sensibilidad.
Además de París, Urgell fue uno de los primeros artistas en ir a pintar la localidad balnearia de Berck, que, situada cerca del paso de Calais, se acabaría convirtiendo en lugar de peregrinación de numerosos pintores, como Édouard Manet, Eugène Boudin o Ludovic-Napoléon Lepic, le Patron (el amigo de Degas considerado el propulsor de esta pléyade de pintores que invadieron el pueblo). Urgell lo haría antes que todos ellos, durante los meses de un verano que sería determinante en la evolución de su pintura, marcada por paisajes de horizontes bajos y cielos cargados de atmósferas sutiles.
«Berk: las playas más cercanas de París y la marea más importante de Francia. […] Allí acuden durante el verano, aristocráticas damas y Sirenas parisiens […]. Salí el primero de junio; tres meses pasé pintando en aquellas playas y durmiendo en una barraca de pescadores lamida por el mar cuando subía la marea. Al anochecer recibía visitas de bañistas parisiens que a buen precio adquirían notas y bocetos pintados durante el día. El tres de septiembre regresaba a París con dos marinas para Gupil y seis mil francos.»
Modest Urgell. El murciélago. Memorias de una patum, 1913
Cataluña
Desde la década de los sesenta y durante medio siglo, Urgell no paró de viajar por Cataluña y, puntualmente, por la Península. Lo hizo antes, durante y después de su estancia en Girona, con solo dos variables que hay que tener en cuenta: la intensidad —a medida que envejecía, bajó el ritmo de las salidas— y el acomodo con que pintaba, vinculado a su situación económica. Como dejó escrito, su objetivo era muy claro: pintar «esta Cataluña mía, pequeña, destartalada, desmantelada, sin flores ni plantas, sin bosques ni montañas, ni alisares; esta Cataluña quieta, triste y solitaria». Aiguafreda, Albons, Amer, Arbúcies, Banyoles, Bellcaire, Bigues, Borgonyà, Caldetes, Campdevànol, Camprodon, Centelles, Cinc Claus, Corbera, Espinelves, Flaçà, La Granada, Gualta, Hostalric, Mata, Ocata, Olot, Pardines, Parlavà, La Pera, Peralada, Ribes, Tamarit, Torroella de Montgrí, Ultramort, Vallfogona, Viladrau, Vimbodí… fueron algunas localidades que lo inspiraron.
«Esta Cataluña mía, pequeña, destartalada, desmantelada, sin flores ni plantas, sin bosques ni montañas, ni alisares; esta Cataluña quieta, triste y solitaria, dominando esa línea horizontal, que tanto se me ha criticado, aquella valla y aquel ciprés, aquellos callejones mal empedrados y la barca abandonada… Esto ¡durante 45 años!»
Modest Urgell. Cataluña, 1905
Durante el siglo xix y parte del xx, Girona estuvo muy vinculada a un mito: el de la resistencia heroica de la ciudad en los sitios de 1808 y 1809, en el marco de la Guerra de la Independencia Española, origen de toda una literatura simplificadora de los hechos que tuvo un paralelismo en la pintura, con cuadros llenos de acción como los que crearon Ramon Martí Alsina (El gran día de Gerona, 1863-1864, sede de la Generalitat de Cataluña, Girona) y César Álvarez Dumont (El gran día de Gerona, c 1890, Museo del Prado, Madrid). Urgell también tocó el tema, pero —en un ejemplo más de hasta qué punto iba por libre— optó por una composición alegórica en la que solo aparecían las murallas y un águila en primer término, prescindiendo, pues, de la espectacularidad de la batalla. De hecho, pintó dos versiones de este tema: la que actualmente se conserva en el Museu d’Art de Girona, fechada en los años setenta, y la que se quedó el rey Alfonso XII, de dimensiones mucho más grandes y que Urgell realizó hacia 1881, en el punto culminante de su carrera y cuando ya no vivía en Girona.
La atracción
Urgell fue un pintor que despertó atracción no solo entre los coleccionistas deseosos de poseer un paisaje con su firma, sino también entre artistas coetáneos y también posteriores. En primer lugar, entre los alumnos de su taller y los que tuvo en Llotja, donde entró como profesor en 1894. Los ejemplos más ilustres son su hijo Ricardo Urgell (nunca se separaron, a pesar de sus diferencias a la hora de entender la pintura), Hermen Anglada-Camarasa (que siempre lo consideró su único maestro y, al principio, lo imitaba) y Joan Miró, a quien obsesionaron algunas formas de Urgell y que compartió con él su amor por el paisaje y la soledad.
Urgell murió en 1919. Los artistas que lo admiraron después de este año no sabían nada de su carácter ni tampoco de sus anécdotas; solo conocían sus obras, la infinita melancolía que desprendían, la obsesión temática de Urgell y su triunfo como artista, ya que sus cuadros estaban presentes en casi todas las colecciones del país. Tanto Joan Miró como Salvador Dalí y Joan Ponç crearon, en los años setenta, alguna obra en la que se menciona a Urgell. En el caso de Hernández Pijuan, el vínculo consistiría en el afán de ambos por apropiarse de los paisajes que los inspiraban, a pesar de que lo hacían desde lugares muy diferentes: el uno, desde el misterio; el otro, desde la vida y la memoria.
Anglada Camarasa siempre consideró a Urgell su único maestro, con el que tenía una deuda moral, a pesar de que entre su obra y la de Urgell no hubiera más relación estilística que la que se puede percibir en algunos cuadros de su primera época; este afecto se tradujo en una presencia notable de obras de Urgell en la colección particular de Anglada (catorce pinturas y siete dibujos).
La conexión de Joan Miró con Urgell (de quien fue alumno) transitó por diversas vías, pero muy especialmente por su amor común hacia el paisaje y la soledad. Ya fuera cuando visitaba Barcelona y se quedaba absorto contemplando el gran cuadro que había en el vestíbulo del Hotel Majestic (en los años treinta) o cuando ensayaba una serie de obras de homenaje a Urgell (en los años setenta), Miró sintió siempre muy próxima la pintura crepuscular del viejo maestro.
«Tres formas, que se han convertido en obsesiones para mí, representan la huella de Urgell: un círculo rojo, la luna y una estrella.»
Joan Miró (entrevista con James Johnson Sweeney), 1948
Dalí admiró la obra de Urgell, hasta el punto de que la incluyó en su colección particular. Urgell formaba parte de un conjunto de afinidades electivas —especialmente intensas en los años treinta, pero con réplicas posteriores— en que también aparecían Böcklin, El Ángelus de Millet y la angustia como motor creativo. Por otra parte, las conexiones entre los dos pintores —del todo involuntarias, por descontado— resultan de lo más sorprendentes: el desdoblamiento entre persona y personaje, la voluntad de hacerse notar y ganar dinero o la contribución al mito del paisaje ampurdanés.
En 1975, Joan Ponç realizó dos cuadros de un estilo muy similar en los que aparece, de manera destacada, un cementerio. Una de las obras, que no se ha podido localizar, se titula Homenaje a Modest Urgell y la otra es la que se expone aquí. Si a Joan Miró le gustaba Urgell porque amaba la soledad, es posible que Ponç le dedicara un cuadro por los numerosos cementerios, entierros y paisajes que en su obra remitían a la muerte. Aunque en 1975 Ponç ya tenía graves problemas de salud (había perdido parte de la visión) y la presencia de la muerte se agudizó en su obra, este tema no era nuevo para él: desde pequeño le daba vueltas, un aspecto en que vuelve a coincidir con Urgell (ambos lo explican en cartas y textos autobiográficos).
Urgell y Hernández Pijuan compartían el gusto por los grandes formatos y el uso de pocos elementos, aunque el punto de arranque de uno y otro era muy diferente. La obra de Hernández Pijuan se hallaba mucho más cerca de la vida, de la memoria, que la de Urgell. Sus cipreses no estaban impregnados de simbología mortuoria, sino del paisaje de su infancia, en la comarca de la Segarra. En 1992, la Fundación “la Caixa” montó la primera gran antológica de Modest Urgell, y el director artístico del montaje fue precisamente Hernández Pijuan. El ir y venir de obras y la lectura del catálogo fortaleció el vínculo entre ambos y evidenció una última coincidencia: la voluntad de poseer el paisaje que los inspiraba, de interiorizarlo, de poner el foco no tanto en lo que hay en el paisaje, sino en quien mira y pinta este paisaje, es decir, en el artista.